Muchas personas están preocupadas por lo que está ocurriendo con la economía de nuestro mundo occidental y de nuestro país en especial. Sabemos que mucha gente lo está pasando muy mal, pero es difícil de explicar la situación. A mí se me ha ocurrido contar la historia de una crisis que ocurrió en el siglo XVII, nada más y nada menos, y que nos puede ayudar a entender lo que está pasando.
Se la llamó la crisis de los TULIPANES. Sí, de los tulipanes, de esas flores tan bonitas que adornan los parques y los jardines de colores vivos y alegres: rojos, amarillos, naranjas, blancos…Son preciosos ¿verdad? Bueno, pues seguramente muchos no saben que esas florecillas tan inocentes fueron las “culpables” de que todo un país, Holanda, y muchos otros de su alrededor se tambalearan. Pero ¿cómo fue esto posible?
Bueno, la cosa fue, más o menos de la siguiente manera: Holanda era (y es) un país muy comercial, vivían de las rutas marítimas y del comercio de productos coloniales que venían de América, África o Asia. Uno de los productos que llegó de Turquía, y se convirtió en típicamente holandés,fueron los tulipanes. Se convirtieron en el símbolo de Holanda. Estas flores nacen de un bulbo (un tubérculo pequeñito, caben varios en la palma de la mano) que se puede guardar cuidadosamente para que se planten en el momento adecuado. Los más ricos comerciantes y aristócratas tenían magníficos jardines en el que presumían de tener los más raros y bellos ejemplares de plantas y, en especial, de ejemplares de tulipán. Los empezaron a coleccionar y a proteger como si fueran un tesoro. Los enseñaban a los vecinos para presumir de riqueza y poder. El caso es que unos y otros empezaron a competir por tener los ejemplares más raros (el ser humano es así de estúpido).
Los más ricos, riquísimos, empezaron a pagar sumas elevadas de florines (moneda holandesa) por unos bulbos de esos tulipanes. Y los humildes también los imitaron, se endeudaron por comprar uno de esos bulbos ¿Por qué eran tan bellos? Entonces no lo sabían pero hoy sí sabemos que eran por una enfermedad. Sí, como lo oyes. Los tulipanes tenían un parásito, un pulgón, que contagiaba una enfermedad al bulbo y provocaba que aparecieran colores rarísimos en las flores.
Cada vez se pagaba más y más y más. La gente poderosa llegó a comprar bulbos de algunos ejemplares caros, no para plantarlos, sino para guardarlos como si fuera oro en su caja fuerte, y venderlos cuando subieran de precio. En 1635 se llegó a pagar por 40 bulbos 100.000 florines. Y más tarde se pagaron 6.000 florines por un solo bulbo, con ese dinero se podía comprar 24 toneladas de trigo, ¡Con lo que costaba un solo bulbo! Impresionante ¿verdad? Pero no acaba ahí la cosa.
Una anécdota: Un señor que compró un bulbo muy raro por 3.000 florines y lo traía en el barco, observó que le desapareció, un marinero se lo había comido confundiéndolo con una cebolla pequeña. El marinero fue condenado 6 meses de prisión. ¿Qué te parece?
Todo el mundo parecía loco por encontrar ejemplares raros y venderlos y revenderlos y volverlos a vender a precios cada vez más astronómicos. Llegaban a hipotecar sus casas, sus tierras y barcos para comprar algunos de estos bulbos. Se cotizaban en la bolsa. La gente se endeudó por comprarlos. Y un día, de pronto, salió a la venta un paquete de bulbos por 1.000 florines y no se vendió, no había más dinero, ni más crédito, todo se había invertido en bulbos. En ese momento cundió el pánico. Todo el mundo trató de vender los bulbos que tenía en su casa, pero nadie daba nada por ellos. La economía holandesa fue a la quiebra y los bancos no pudieron cobrar los préstamos que habían dado para comprar bulbos de tulipán. Grandes fortunas se arruinaron y la economía de uno de los países más ricos de Europa se hundió en la crisis. Tardó años en salir… y todo por culpa de esas florecillas inocentes… o de la locura de los hombres.
¿A qué te recuerda esto? ¿No se parece la burbuja de los tulipanes con la del ladrillo y los préstamos?
No aprendemos. Es que no aprendemos.